Las alianzas en la Izquierda

El tema de las alianzas en política es algo peliagudo, pero siempre es bueno darle una vuelta para reflexionar en una arista que en nuestro presente se va volviendo cada día más importante. En el caso de Chile las alianzas toman una importancia central para el actuar revolucionario al ser la Izquierda de Intención Revolucionaria un sector muy disperso, caracterizado por tener en general graves debilidades orgánicas y políticas, características que han impedido la hegemonía de algún grupo sobre el resto. No existe ninguna organización que pueda por sí sola llevar adelante ningún proceso verdaderamente importante de reflexión ni acción política de masas, y en muchos casos ni siquiera algo tan básico como ir a una elección de centros de estudiantes o federación. Las alianzas, del carácter que sean, están a la orden del día. Situación general que se ve agravada si comparamos las diferentes orgánicas con la del Partido Comunista. Entendiendo entonces la dificultad de que exista hegemonía de un partido o grupo sobre todos los demás, y retomando el ya trabajado concepto de “vanguardia compartida”[1], creo necesario enfrentar lo ya mencionado más arriba, en Chile nadie puede hacer la revolución solo, pero para poder trabajar unidos se hace necesario superar de una vez por todas la enfermedad del sectarismo que aqueja ferozmente a todos los sectores de la izquierda.

Una alianza bien hecha permite sumar fuerzas, multiplicar esfuerzos, compartir experiencia, llegar a lugares donde no se había llegado, enriquecer discusiones y avanzar orgánica y políticamente. La visión de un partido de vanguardia exclusivo que monopolizaba la verdad y la corrección de línea ha quedado atrás, la nueva alternativa debe ser variada. Pero para poder trabajar unidos se tiene que trabajar de manera honesta con los demás, siendo transparentes políticamente, y no se debe ver una alianza, sea táctica o estratégica como algo meramente instrumental para que “cada uno lleve agua a su molino”. Hoy en día es muy común, que cuando se piensa en una alianza con otros grupos de izquierda, más que una imagen de un trabajo conjunto se piensa en una guerra de posiciones eterna en la que cada uno usará todos los medios disponibles para lograr el mayor provecho inmediato para su orgánica o su persona. Estas actitudes solamente producen el desgaste y la odiosidad entre personas y militantes que deberían poder trabajar juntas a pesar de sus diferencias.

En el caso de los libertarios de Santiago, hace varios años que se tomó la acertada decisión de llevar adelante alianzas amplias junto a la Izquierda de Intención Revolucionaria, con las que poder llevar adelante el trabajo estudiantil. Estos trabajos conjuntos han permitido ir superando, poco a poco y a costa de mucho trabajo, la eterna desconfianza que campeaba en el sector, fortaleciendo no solamente a las orgánicas ya establecidas, sino además permitiendo el trabajo de muchísimos compañeros de izquierda que no responden a ninguna dirección orgánica. Estos trabajos han sido muy variados, y si bien han incluido el tema de las elecciones a los distintos organismos de masas de los estudiantes, bajo ningún concepto se han limitado a aquello. Las alianzas, en estos casos, han ido mucho más allá de un pacto electoral, y creo que han permitido generar las pequeñas experiencias de proto frentes de izquierda para muchos militantes estudiantiles. La riqueza de esas experiencias ha sido justamente la variedad de su accionar en el día a día, lo que ha permitido ir integrando a compañeros con inquietudes diferentes dentro de marcos políticos generales compartidos. Pero debemos ser cuidadosos, en toda experiencia de alianza amplia, aunque sea solamente de Izquierda de Intención Revolucionaria, habrá grupos políticos que sean más grandes que otros, a pesar de que no exista una hegemonía total de ninguno. No se puede caer en la tentación de que sean exclusivamente ese o esos grupos políticos los que definan las líneas políticas de trabajo para el conjunto de la alianza, para los grupos menores, los colectivos locales, o para los independientes.  Una nefasta experiencia de sectarismo, que dilapidó enormes potencialidades de trabajo conjunto, la podemos ver en el segundo plenario del Movimiento Sindical de Base, en el cual los militantes sindicales del PRT hicieron valer su número por sobre la discusión política,  impidieron la participación de otros grupos en la mesa nacional del organismo:

 “…había 4 grupos que habían quedado fuera de la mesa sindical, de la mesa nacional del MSB, y estos compañeros plantean “bueno, nosotros pedimos que no saquen  a nadie de la mesa pero que la amplíen a 16” y que ese 16 fuera uno que representara a esos 4 grupos que habían quedado afuera. Bueno, en la mesa había 12 del PRT y 3 que no eran del PRT. Hay una votación si se amplía la mesa a 16. Obviamente, si había 5.000 personas (y para) 4500 la orden es votar que no, vota que no. Santucho, que estaba en Tucumán, cuando viene se quería morir. Dice “al revés, 3 nuestros y 12 de los aliados. Lo que importa es la política sindical del PRT, no el PRT, los que tienen esta misma política y no son del PRT tienen que estar acá”. En eso Santucho tenía claro, pero viste, lo del sectarismo es, y de hecho, esto lo que hizo le restó gran posibilidad al Movimiento Sindical de Base, eso lo sectarizó, porque después la mesa sindical nacional del MSB era una reunión del PRT.[2]

Como vemos en este ejemplo, una actitud a todas luces equivocada, mermó el potencial de una alianza izquierdista en el sector sindical en la Argentina de los años 70. Pero así como esos militantes sindicales del PRT, estaban convencidos del derecho que tenían de ser hegemónicos y de lo conveniente que era aquello, hoy en día puede suceder que compañeros de distintas organizaciones de izquierda, incluyendo por cierto a las libertarias, crean también lo mismo, y actúen en consecuencia. Si bien en las alianzas amplias no es la única instancia en las que estas actitudes suceden, si son una en la que el riesgo de esto es mayor. La tentación de la hegemonía puede llevarnos muchas veces a pasar por arriba de todos los marcos de comportamiento que reconocemos como guía en la izquierda, y de todos los valores de los que nos creemos poseedores. No sirve de nada tener el discurso más purista, más izquierdista, o más “serio” si nuestras acciones con nuestros compañeros son completamente opuestas a nuestro discurso, y esto es válido tanto para las actitudes que se dan a la interna como hacia afuera, porque también es perfectamente posible hacer una cosa hacia la organización de cada uno, y ser el más sucio en el trato con los compañeros de otras organizaciones. Por lo mismo es que es necesario fortalecer nuestras conductas en las alianzas que llevamos a cabo, respetar el espacio y el lugar de cada organización, entendiendo que las discusiones se deben dar con respeto pero también aceptando la responsabilidad que conlleva estar en una alianza, u organización, con personas diferentes. En el caso de una alianza es importante, por ejemplo, no destruir el potencial de estas en pos de la hegemonía en una negociación electoral, sea del cariz que sea, de centro de estudiantes, de federación, sindical o presidencial.

Sin lugar a dudas la izquierda ha avanzado el último tiempo en Chile, continuemos en esta senda, cada día más fuertes, cada día más grandes, cada día más luchadores y cada día más unidos.


[1] “La democracia de masas, una apuesta libertaria para el actual período”, Martín Álvarez, Diego Ramírez, página 18, www.cel-arg.org

[2] Testimonio de Daniel De Santis, citado en “Teoría y práctica del Poder Popular: los casos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria  (MIR, Chile, 1970-1973) y el Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT – ERP, Argentina, 1973 – 1976)”, Sebastián Leiva, página 205.

Escrito por Diego Ramirez